viernes, 1 de agosto de 2008

Respeto a la Diversidad Humana


LA DIVERSIDAD EN LA ESCUELA
Todas las personas que conviven en la escuela son diferentes, ya que se provienen de una diversidad vivida y manifiesta. La escuela es el foro donde se reúnen todas las culturas diversas que cada una de las personas que la integran llevan consigo. Se da en ella una diversidad de tipo personal que en buena medida es fruto de las experiencias propias, del contexto sociocultural y de otras causas relativas a procesos de desarrollo de cada uno. Esta diversidad se traduce en diferencia de intereses y expectativas, de elecciones sociales, de autonomía personal, de afectividad; de capacidades lógicas, psicomotrices, expresivas, memorísticas, manuales, de características y ritmos del proceso de aprendizaje, etc. Las diferencias se observan a través de los modelos de relación en los grupos, de la asimilación y dominio de las actividades de la enseñanza, de los múltiples conceptos que se dan en la vida del centro educativo. Por eso, es una realidad que lo diverso es lo habitual, lo excepcional es lo uniforme. Así, el conjunto de familias y alumnado que conviven en la escuela, forman un mosaico con características diferenciadas cuya negación sólo tiene sentido desde la comodidad o el interés por favorecer a algunos grupos concretos.
El respeto por dicha diversidad, implica interacción, intercambio, ruptura del individualismo y apertura a la solidaridad. En la actualidad aparece como un nuevo tópico de la contemporaneidad, que se concretiza también en nuevas terapias alternativas y religiones, en diferentes planes de alimentación, en la consideración de los derechos de las minorías, etc. Este hecho cultural arrastra también un cuestionamiento profundo a la construcción moderna de la historia que dio origen a la idea de nación unificada, progreso indefinido y supremacía de la razón. La diversidad parece abrir así un nuevo espacio que desplaza la autoridad de una clase social, de la ciencia o de la nación como únicos ordenadores del sentido legitimando a nuevos sujetos e identidades.
Hablar sobre diversidad en el ámbito educativo implica superar esa noción antigua avalada socialmente en su contexto, renunciando a la idea de un solo centro, a medir o clasificar desde un parámetro único, para pasar a la consideración del otro con el que se completa la humanidad de ambos. En otras palabras, trata de alejar los horizontes normo-céntricos excluyentes abriendo el espacio para la idea de pluralidad sin negar la realidad, ni desconocer que hay diferencias en las experiencias y condiciones de vida y de poder.
El discurso sobre la diversidad es por ende un objetivo socialmente deseable, siempre y cuando no incluya o enmascare la “desigualdad”, ni tampoco asocie la igualdad con la uniformidad. La igualdad hace referencia a la posibilidad de optar, de decidir, de disponer de medios reales para vivir dentro de la estructura social y para intervenir en igualdad. En cambio, la diversidad hace referencia a las diferencias personales y culturales respecto a como se es, y como se vive. Lamentablemente, en la actualidad, se observa un “discurso blando” sobre la diversidad y una realidad dura de desigualdad social, contraste que es necesario denunciar y corregir.
Todas las personas son únicas e irrepetibles, por lo tanto, con capacidades, necesidades y tiempos distintos. Los valores en los que se fundamenta la diferencia avanzan más allá de la tolerancia, haciendo incapié en la comprensión, el respeto y el servicio solidario. Dichos valores ayudan a descubrir que todos son iguales en dignidad, aunque distintos por los dones particulares, las ideas y creencias. Pensar en y desde el “nosotros”, permite identificar posturas individualistas y competitivas que corroen la integración grupal. Para ello el docente utiliza recursos de interacción social a fin de superar las posturas dicotómicas evitando profundizar las desigualdades. Bajo este horizonte, el valor que asume el conocimiento se orienta a “descubrir necesidades ajenas”.
Se debe reconocer el derecho de conocer y de interactuar de los distintos alumnos y sus modos de pensar y hacer, para dialogar con ellos, facilitando la construcción del conocimiento interpersonal, incentivando siempre procesos cooperativos en donde las recompensas no excluyan sino que permitan descubrir y valorar el aporte de todos. Rescatar los rasgos fundamentales del ser humano presentes en todo y en todos los alumnos, es una apuesta fuerte a trabajar en pos de la integración social. Es renunciar a seguir manteniendo un modelo hegemónico que pretende eliminar las “diferencias”, para instaurar otro que las incluya y las valore en un marco de sana convivencia como un crisol de mentalidades y formas de actuar. Esto es dar pie a los nuevos planteos derivados del discurso en torno a la democratización de la enseñanza, generalmente traducido en igualdad de oportunidades, equidad, respeto por las minorías y educación para todos.

Significa por último tener en cuenta los distintos puntos de partida para generar mejores condiciones de vida dentro de la sociedad, y establecer un compromiso en cuanto a la valoración y aceptación de todos las personas por lo que son y lo que pueden llegar a ser.